…Por ejemplo esas cabras que amenazan nuestros planes forestales, desde su visión simple de ser viviente que sabe quién es y qué quiere sin complejos, van a reflejar la otra verdad ineludible: Siendo optimistas, nadie sabe para quién trabaja.
Me ha tocado formar parte de todo tipo de instituciones. En alguna, cuando un funcionario dejaba de ser útil (lo cual no deja de ser un eufemismo para situaciones casi siempre más graves) se lo “exiliaba” a la siempre flamante Dirección de Medio Ambiente. También he estado ante quienes trabajando en esto, luego me confiesan, “aquí entre nosotros, esto del Cambio Climático, es un engaño”. Para alucinar.
Todo mundo trae el agua para su propio molino, es cierto. Una parte de la Cooperación Internacional con la que me ha tocado trabajar está conformada por un grupo humano «ultra-conservador y neoliberal» (o lo que sea que esto signifique hoy en día), que piensa sólo en términos de incentivo/rentabilidad/acción, gente a la que obviamente no le entra en la cabeza que un árbol tenga alguna importancia que no sea luego de troceado y encima de un camión, menos ya será capaz de internalizar un concepto más amplio. O se preguntará ¿cuánto cuesta un ecosistema? ¿A quién se lo vendemos? ¿Cuántos camiones podríamos alquilar con ese Grant, para transportar un ecosistema?
¿Por qué un productor cuidaría un árbol que no vaya a vender? ¿Cuál es su incentivo?
Temo de soy de aquellos que cree que los liberalismos extremos (lease capitalismos, por como va el mundo), atrofian una parte importante de la mente, contradictoriamente, aquella que necesariamente reconoce que cada persona es diferente de otras; que nadie tiene por qué pensar como uno; y sobre todo, que aun que le cueste en el alma admitirlo, la libertad es una idea y hay tantas ideas como personas.
Por lo que he podido ver, en general la Cooperación Internacional tiende a pensar que un Fin-del-mundeño es un capitalista hecho y derecho sólo porque le importa qué cosa llevar a la mesa. Además estaríamos hablando de alguien a quien tratamos como si su pobreza le impidiera estructurar ideas complejas como, cuál es el valor de las cosas, por lo que parece lógico que necesite que se le indique qué cosas tienen qué valor.
Lo cierto es que a la gente se le ha enseñado a ser un capitalista bizarro, al que se le han dado incentivos enormes para hundirlo en la dependencia internacional, simplemente porque no somos (me incluyo) capaces de entender cuáles son sus valores (y peor seremos capaces de aceptar que seguramente son o fueron, muy distintos de los nuestros). Entonces estaríamos locos si le ofreciéramos algo que no somos capaces de comprender, ¿no?
Sólo entendemos una vía, creemos que le damos algo, a cambio de que haga algo, o que tome cierta actitud. La Cooperación este año (como todos) corre el riesgo de perder el sueño una vez más tratando de averiguar cómo carajo hacemos para que ese Fin-del-mundeño no alimente a sus cabras con nuestros arbolitos ¡Que pérdida de tiempo de consecuencias más trágicas! Tal vez deberíamos comenzar el año pidiendo perdón, porque queriendo y sin querer, con esos inagotables fondos, le hemos enseñado a no entender su relación con su entorno, y a no hacerse responsable de sus acciones.
¿Cómo le haces entender ahora que en diez años probablemente no quede agua, y que nadie va a hacerse responsable? Si ese no es un “incentivo” suficiente, ¡Cierra y vámonos!