Una semana atrás más o menos, mi barrio, y otros como el mío, se preparaban para recibir al Puma Katari, un sistema de transporte público patrocinado por la alcaldía de La Paz. Este bus representa todo lo que quisiéramos los paceños, un transporte ordenado, cómodo, pero sobre todo moderno. La idea de la modernidad atravesó la ciudad maravilla, y trastocó para siempre la imagen, y la relación que teníamos con los minibuses, un tipo de transporte efectivo, pero incómodo, desordenado y abusivo, deudor de oscuros sindicatos… en fin, el pasado.
Hace una semana, mientras resguardábamos el paso del Puma Katari, una lluvia de piedras cayó contra el bus y los vecinos, desde los cerros y las barricadas. Los choferes de minibuses las lanzaron sin que haya mediado una provocación violenta, sin aviso y sin piedad, hiriendo a más 50 personas, algunas de gravedad. Respondimos con esas mismas piedras, sin puntería ni saña, pero con la suficiente determinación como para que aquel moderno medio de transporte finalmente se instale en el barrio.
Al mismo tiempo, en otro lado del país, los peores incendios forestales de la historia de Bolivia destruyen hasta ahora más de dos millones de hectáreas de bosques y pastizales nativos. Millones de animales han muerto, hoy de hecho, un bombero también ha muerto, y el valor de esos bosques es simplemente incalculable. Mientras tanto el Gobierno Nacional, incapaz de sentir cualquier tipo de empatía con nadie, se niega a declarar desastre nacional y pedir ayuda externa para no quedar mal antes sus votantes, y ante una cínica opinión externa que aun lo ve como un gran amigo de la naturaleza.
Los incendios nacen de un trato entre el Gobierno Nacional y los empresarios ganaderos y agroindustriales, que les permite ampliar la frontera agrícola de manera indiscriminada, y con fuego. En medio de desastre, los ganaderos defienden las leyes y decretos que ocasionaron esta tragedia, llamándolos la “gallina de los huevos de oro”. A estas alturas ya es normal indignarnos cada vez que el gobierno dice algo (lo que sea, cada palabra es indignante), pero al menos en Santa Cruz, parece difícil concebir que aquellos que se autoidentifican como el motor de la economía departamental, de pronto sean sus verdugos. Pero ¿Esto no fue siempre así?
En La Paz nunca nadie se había revelado contra los minibuses, eran (y aun son) el transporte malo, pero necesario. Sin embargo, algo ha cambiado. Parece que hemos dejado de conformarnos con ser el basurero del mundo. Sabemos que merecemos algo más que esos destartalados y peligrosos buses, merecemos más que choferes ebrios y gobiernos cómplices de esa ebriedad. Merecemos modernidad, por que el mundo que viene lo exige.
Ojalá en Santa Cruz dejen de ver esos interminables campos sembrados de HB4 o pasto africano como progreso, si no como lo que en realidad son: destartalados minibuses, exposiciones vivientes de un ineficiente pasado que no puede seguir existiendo. La agroindustria en este país es tan pobre, que no podría siquiera darse sin los multimillonarios subsidios que cada ciudadano, que ahora expone su vida ante las llamas, da de sus impuestos. Porque el bombero paga impuestos, y el cocalero no… y el agroindustrial tampoco, o al menos no en la misma proporción.
Mientras nos llovían piedras, podíamos ver a los choferes embriagados de odio hacia la modernidad personificada en los vecinos, combatiéndola con todas sus fuerzas, y perdiendo… es que eran realmente tan pocos. La mayoría de ellos creen que deben luchar solo para hacer algo de tiempo mientras encuentran su lugar en un nuevo mundo. Pero ese mundo nuevo no es posible sin una dirección.
El Gobierno Nacional, que una vez abanderó cierta modernidad, se vio superado por ella, y apenas atinó a ejecutar, con la abundancia circunstancial de recursos del gas, todas las obras que ilustraban los libros de educación cívica de la época de los militares. Hoy, todo progresista que haya estado en el servicio público, ha sido abortado de un partido que, impregnado de corrupción por todas partes, se ha convertido en poco más que un cártel de traficantes de influencias y tierras.
Los minibuseros y los agroindustriales entenderán que su rol en el nuevo mundo es usar sus recursos y experiencia para ayudar a cambiarlo. Merecemos un mundo sin humo en las ciudades y en el campo. Pero habrá quien con todas sus fuerzas trate de detener el mundo, pero el mundo es indetenible. Bolivia debe defenderse y ganarse el país moderno que se merece.
Y LO PRIMERO QUE DEBEMOS LOGRAR ES LA ABROGACIÓN DE LA LEY 741 Y EL DECRETO 3973…