El guajojo (nyctibius griseus) es un ave nocturna que depende de su impresionante camuflaje para pasar inadvertida durante el día. El ejemplar de la foto, era capaz de no despertar sospechas de su presencia incluso ocupando el único árbol que sobresalía en una ladera cultivada de Mapiri.
En biología, «cripsis» es el fenómeno según el cual un organismo desarrolla ciertas adaptaciones que le permiten pasar inadvertido para los sentidos de otros organismos, ya sea como un mecanismos de defensa ante depredadores (como los saltamontes hoja, de arriba); para acercarse a sus presas (como las mantis y el chinche asesino de abajo); o para ambas cosas. Por la razón que fuera, el camuflaje asombra y desafía nuestra comprensión acerca de cómo funcionan las relaciones entre la enorme diversidad de seres vivos, y es para su asombro que les muestro algunos buenos ejemplos de este fenómeno, directamente desde las montañas de Bolivia.
En lo más alto de Los Andes tiene su hogar la agachona (Attagis gayi), un ave que pasa el día inmóvil, en los pedregales donde el único follaje es un musgo ralo, y pasto de apariencia seca. Tal es su confianza, que no volará a menos que la amenaza este a pocos metros.
Lo que a primera vista parecen semillas o flores viejas sobre el follaje, pueden ser en realidad estructuras creadas por larvas de escarabajo (Chrysomelidae?). Estas en particular, son bastante comunes a los 2400 metros de altura, y no se descubren si no es moviéndolas un poco con el dedo.
Las larvas de crisopa son al mismo tiempo, feroces depredadores de insectos y fuente de alimento para un sinnúmero de pequeños animales. Por eso, algunas cubren sus cuerpos con desechos (esta por ejemplo con lo que perecen ser los restos de sus propias presas), para pasar inadvertidas y al mismo tiempo acercarse a sus presas. Este tipo de camuflaje es bastante común en los invertebrados de yungas, y hay ejemplos de orugas y chinches que hacen lo mismo.
Las mariposas, sobre todo las mariposas nocturnas han logrado desarrollar formas y texturas absolutamente increíbles, que evitan que sean depredadas. Incluso las orugas que no confían lo suficiente en sus colores crípticos, se adornan con pequeñas ramitas para parecer simples desechos enganchados a las hojas de las que se alimentan.
Los reptiles son verdaderos maestros del camuflaje. Nunca nos daremos verdadera cuenta de cuán cerca estuvimos de alguna culebra o lagartija en el campo, a menos claro que las veamos escapar. Esta lagartija de hojarasca (Stenocercus prionotus) es un típico habitante del bosque amazónico de pie de monte, incluso sobre los 1400 metros de altura.